miércoles, 27 de abril de 2011

El rostro que nos devolverá el espejo


Un proceso terapéutico tomado en serio duele como el demonio.
Confronta con la irrealidad, con aquéllo que no nos pertenece.
Nos pone frente al espejo de la verdad, aquél que nos muestra en nuestras defensas, nuestra deshonestidad, nuestras debilidades y cobardías, nuestras mentiras...
Es amorosamente terrible.
Nos obliga a conocer lo que pasa, y lo que pasará si nos seguimos aferrando a lo falso. O a lo que ahora es falso, aunque antes haya sido de utilidad.
Nos cambia.
Y nos deja ante la duda de qué será aquéllo que surja cuando nos despojemos de lo viejo.
Y ante el miedo de su posible insignificancia.
¿Cómo será el rostro que nos devolverá el espejo?

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