Vidas paralelas: Irina

Irina nació en Rusia, en algún momento del siglo XIX.
Joven, hermosa, sensual, perteneciente a una familia de clase media-alta, aunque arruinada, la chica aceptó, fríamente y sin dudarlo, la propuesta de matrimonio de un noble de San Petersburgo, una década mayor que ella, pero rico y seducido por su belleza.
No fue feliz, ni desgraciada. Tuvo varios hijos, y los amó. Y no sintió escrúpulos en buscar sus momentos con otros hombres a los que, sin embargo, tampoco quería.
Pero, en una ocasión, fue descubierta. Y repudiada. Y expulsada a la calle, sin recursos ni habilidades para subsistir.
Y, a la inmensa vergüenza, se sumó el dolor de que jamás le permitieran volver a ver a sus hijos.
Para sobrevivir, tuvo que dedicarse a la prostitución.
Entregó su cuerpo cientos de veces sin sentir jamás nada, hasta que llegó Mishka.
Ella era una mujer en la cuarentena, muy bella aún. Él tenía veinte. Se enamoraron. Vivieron una pasión total, absoluta. Se descubrieron el uno al otro sus cuerpos y sus almas, y se amaron con ambos.
Mishka quiso llevársela a su mundo, presentarla a sus padres, planificar un futuro con ella.
Irina sabía que eso no era posible, y que de intentarlo, arruinaría la vida del joven. Se negó. Y, cuando él insistió una y otra vez, le mintió diciéndole que no lo amaba. Que no lo había amado nunca. Que era un niño fácil de engañar. Que lo despreciaba.
Lo humilló y lo hizo sufrir hasta que el muchacho se marchó.
Él nunca la perdonó (pero tampoco la olvidó). Siguió amándola y odiándola, y aunque se casó y tuvo hijos, su recuerdo lo acompañó toda la vida.
En cuanto a Irina, tuvo muchos más hombres. Y no sintió nada por ninguno de ellos.
Su vida de cortesana le permitió reunir dinero suficiente como para tener una vejez tranquila.
Siguió queriendo a Mishka hasta su muerte.

Dicen los que dicen saberlo que "Irina" y "Mishka" se volvieron a encontrar en la encarnación siguiente, y en la que vino después, y que se reconocieron de inmediato. Y que sus almas propiciaron esos encuentros para que vivieran plenamente lo que antes no pudo ser vivido.
Y, en esta última ocasión, reprodujeron la situación original, con la misma diferencia de edad entre ambos y circunstancias en cierto modo similares, aunque invertidas. Pero la nueva encarnación del alma de Mishka no había podido perdonar a Irina. Y se vengó, rechazándola y humillándola, y negándose a compartir su amor y su intimidad.
Hasta que ella se fue.

Septiembre 2012


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